Conversando sin premura, los hijos perciben que son personas importantes y fortalecen su ser y su sentido de pertenencia. Por añadidura, en cualquier momento del interactuar van saliendo a flote temas formativos de su personalidad, como por ejemplo los valores de la familia.
Uno de los aspectos intelectuales del amor, que acompaña a lo emocional es el reconocimiento. Se trata de dar reconocimiento a los hijos, esto es, a la valía de su ser, no por lo que hagan bien o inmejorablemente, se trata de que perciban amados al margen de sus aciertos o equivocaciones.
El reconocimiento implica que los hijos perciban que los atienden, tanto en sus necesidades materiales, como en las importantes necesidades emocionales.
Esto sucede cuando los padres forjan una relación, conectándose a nivel intelectual y emocional. Es decir, en conversaciones sin premura, con dedicación de tiempo especial, conversaciones de sobremesa, compartiendo juegos, etc. momentos en los que el amor se cristaliza mediante la conversación, la comprensión, el emocionarse juntos.
En cualquier momento de una conversación con los hijos, van saliendo a flote temas formativos de su personalidad, como por ejemplo los valores de la familia.
Cuando estos valores se han instalado firmemente en el conversar, en el emocionarse juntos, es decir en la experiencia del amor, llevan a los hijos a tener una vida más segura puesto que no sucumbirán a influencias externas negativas que siempre estarán alrededor de ellos.
Este interés en compartir tiempo atendiendo integralmente sus necesidades, convence a los hijos de la importancia de su ser y los confirma en una identidad firme y segura.
¿Qué sucede cuando no hay reconocimiento?
Lo contrario a todo este proceso, es decir, la ausencia de reconocimiento, es la desconfirmación. Cuando esto sucede los hijos sienten que no existen para sus personas más significativas, no se sienten personas importantes y este sentimiento lo extrapolan al mundo. Su sentimiento de autovalía se ve menoscabado, lo cual amenaza su salud psicológica, pudiendo presentarse serios desórdenes en su personalidad.
Además de brindarlo a los hijos, este componente del amor nutricio es extensivo a todos nuestros seres amados. Es el buen amor que se entrega a cada destinatario de nuestra estima: los padres, la pareja, a cada quien de acuerdo a la naturaleza de la relación.
Referencias:
Baldeón, J. (2021). La belleza de Amar. Lima, Perú: Nuevas Sendas.
Fromm, E. (1987). El arte de amar. Buenos Aires, Argentina: Paidos.
Linares, J.L. (2012). Terapia familiar ultramoderma. Barcelona, España: Herder.
Maturana, H. (1991). El sentido de lo humano. Santiago, Chile: Editorial Universitaria.
Estela Gonzales
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