“…si pudiera tener sus propios sentimientos y nunca necesitara negarlos para recibir amor; […] crecería respetándose como persona única; […] conservaría la “propiedad” de sus sentimientos, […] sería un individuo responsable que se dictaría sus propias orientaciones sin tener que ocultarse a sí mismo sus sentimientos ni vivir escudado tras un disfraz. […] estaría relativamente libre de las fallas de adaptación que inutilizan a tantos de nosotros”. (Carl Rogers, 1961, pp. 284-285)
La valoración es también un constituyente intelectual del amor: se trata de distinguir las capacidades de los hijos, expresándolas y celebrando su individualidad sin pretender que sus características personales o habilidades sean como las de los padres.
Se dan casos en que padre o madre no permiten que los hijos expresen sus opiniones, incluso sus emociones cuando estos muestran su enojo como resultado de la interacción familiar. La realidad es que si los hijos han recibido en el hogar los ejemplos adecuados, no hay nada que temer. Al respecto, Rogers (1961) se plantea cuáles serían los resultados de confiar en los niños/as y permitirles expresarse siendo auténticos desde el inicio de su vida:
“…si pudiera tener sus propios sentimientos y nunca necesitara negarlos para recibir amor; […] el niño crecería respetándose como persona única; […] conservaría la “propiedad” de sus sentimientos, […] sería un individuo responsable que se dictaría sus propias orientaciones sin tener que ocultarse a sí mismo sus sentimientos ni vivir escudado tras un disfraz. En definitiva, estaría relativamente libre de las fallas de adaptación que inutilizan a tantos de nosotros”. (Carl Rogers, 1961, pp. 284-285).
Opinión de los padres y autovalía de los hijos
Para la configuración de una buena personalidad en los hijos es muy importante la opinión de sus padres. Si los hijos han sido convencidos por sus padres de su valía a lo largo de su infancia y adolescencia, nadie en el mundo podrá convencerlos de lo contrario, pues, principalmente en la infancia, sus padres son su universo y su opinión dejará una huella muy importante.
Lo contrario de la valoración es la descalificación. Ésta se puede expresar cuando se da por descontado todo lo bueno que hacen los hijos sin expresarles aprecio por dichos actos y/o capacidades.
Asimismo cuando los hijos tienen una sucesión de aciertos y en medio de ellos algún o algunos desaciertos, siendo sólo estos los que se toman en cuenta y se comentan.
Por ejemplo cuando al mostrar una buena calificación escolar, si ésta no cubre las expectativas de los padres, le dicen que bien podrían haber obtenido una nota mayor.
Con estos comentarios se desmotiva a los hijos y se les va instalando un sentimiento de inseguridad que los va minando paulatinamente.
Ello redunda en sentimientos de insuficiencia e inseguridad que afectarán su relación consigo mismos y con los demás. Se sentirán disminuidos y podrá surgir en ellos la ansiedad y poco a poco la depresión.
De allí la importancia de tomar en cuenta este factor intelectual del amor al relacionarnos con nuestros hijos.
Además de brindarlo a los hijos, este componente del amor nutricio es extensivo a todos nuestros seres amados. Es el buen amor que se entrega a cada destinatario de nuestra estima: los padres, la pareja, a cada quien de acuerdo a la naturaleza de la relación.
Referencias:
Baldeón, J. (2021). La belleza de Amar.Lima, Perú: Nuevas Sendas.
Linares, J.L. (2012). Terapia familiar ultramoderma. Barcelona, España: Herder.
Rogers, C. (1961). Rogers, C. (1961) El proceso de convertirse en persona. Barcelona, España: Paidos.
Estela Gonzales
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