"Las bases de la autoestima comienzan a formarse desde el nacimiento. Desde ese momento se establece entre el hijo o hija y sus padres o cuidadores un fuerte vínculo afectivo que es primordial para satisfacer la necesidad de seguridad y supervivencia que experimenta todo ser humano desde el inicio de la vida, es el vínculo de apego".
Autoestima es la percepción que se tiene de sí mismo, la valoración de las propias fortalezas y debilidades y los sentimientos que dicha evaluación genera en el individuo.
La autoestima tiene que ver con las vivencias acumuladas a lo largo del ciclo vital, a través del cual se ha ido forjando. De acuerdo a las nuevas experiencias de la persona, la autoestima es totalmente susceptible de modificarse. Cuando hay carencia de una autoestima saludable, ésta puede desarrollarse, lo cual puede darse con o sin ayuda profesional.
Las bases de la autoestima comienzan a formarse desde antes del nacimiento, desde el vientre materno. Desde ese momento se va estableciendo entre el hijo o hija y la madre, un fuerte vínculo afectivo que es primordial para satisfacer la necesidad de seguridad y supervivencia que experimenta todo ser humano desde el inicio de la vida, es el vínculo de apego: «La teoría del apego conceptualiza la propensión de los seres humanos a formar vínculos afectivos fuertes con los demás…» (John Bowly).
La calidad del vínculo de apego que proporcionan la madre, el padre o cuidador/a, será determinante en el desarrollo de la personalidad y comportamiento futuro de hijos/as. Tiene que ver con la manera como los padres gestionan la interacción con ellos/as para satisfacer sus necesidades emocionales, esto es, sus necesidades de compañía, de contacto, validación de sus sentimientos, hacerlos sentir que ello les importa, dándoles así el sentimiento de seguridad en sí mismos.
El resultado de esta interacción tan importante será el tipo de apego que los hijos adquirirán y que caracterizará su estilo de vincularse en el futuro, su sentimiento de seguridad personal.
Los vínculos de apego son de dos tipos, apego seguro y apego inseguro. Este último, de acuerdo al estilo de parentalidad, se subdivide en apego inseguro evitativo, apego inseguro ambivalente y apego inseguro desorganizado.
Apego Seguro
El apego seguro es resultado de forjar un vínculo confiable por acción de una madre, padre o cuidador atentos, que atienden las necesidades emocionales de sus hijos o hijas cuando estos se sienten vulnerables. Si el bebé, o el niño, o el adolescente percibe que acuden a su llamado, que están disponibles, que lo acompañan, etc., el mensaje que recibe es: “soy importante” (primer sentimiento para desarrollar una autoestima saludable).
A través de los primeros meses y años de vida, incluso hasta la adolescencia, el modo como los padres ayudan a sus hijos a regularse emocionalmente en momentos de vulnerabilidad es muy importante. Son momentos en que los hijos no necesitan razones intelectuales para ser calmados. Lo que necesitan es acompañamiento afectivo, sentirse validados en sus sentimientos. Cuando ya se les ha brindado la regulación emocional, cuando el niño/a ya se ha calmado, cuando han tratado de ponerse en su situación y le han hecho saber que lo comprenden, entonces el hijo/a estará preparado/a para usar su área racional, para escuchar razones, recomendaciones. Antes de ello las explicaciones no serán de ayuda, pues su intelecto estará aún bloqueado por la emoción. Solo al calmarse, al alcanzar la regulación emocional con ayuda de la madre y/o el padre o cuidador, esa calma, esa regulación emocional permitirá que el área racional de su cerebro se active.
Padres amorosos y disponibles para cubrir las necesidades emocionales de sus hijos/as, lograrán que desarrollen una identidad fuerte y saludable.
Apego Inseguro Evitativo
Es resultado de madre, padre o cuidador emocionalmente distante, que no pudo cubrir las necesidades afectivas de sus hijos/as. El mostrarse insensibles o incluso responderles en forma agresiva y mantener bajo contacto físico con ellos/as, tiene consecuencias en la forma en que los hijos interactuarán con los demás. Estos hijos o hijas adoptan conductas de evitación para no sufrir rechazo del mundo exterior, minimizan el contacto en sus interrelaciones, no expresan libremente sus sentimientos para aparentar estar muy bien. Estos hijos/as suelen tener una opinión negativa de los demás, como si vieran en ellos el reflejo de quienes no los trataron bien.
Apego Ambivalente
Resultado de madre, padre o cuidador de conducta oscilante, a veces estuvo disponible y a veces ausente. Esa oscilación entre calidez y frialdad emocional, acercamiento y alejamiento, sensibilidad e insensibilidad produjo una profunda inseguridad en el hijo o hija, tornándolo irritable y muy ansioso e inseguro. Ante tales experiencias, cuando la madre o cuidador/a se le acercaba, el niño/a le mostraba su desconfianza, vacilante entre la necesidad de contacto y la resistencia a él, siempre entre el alivio y la irritación. Se llenaba de enojo porque aprendió que cuando necesitaba protección, su madre, padre o cuidador, no estaba disponible para él/ella. Los hijos que tienen estas experiencias son muy desconfiados, se han convencido de que no tendrán respuesta a sus necesidades, además de inseguros se tornan retraídos, necesitados de atención, necesitados de afecto, posesivos, pesimistas, porque sus necesidades no pudieron ser satisfechas.
Apego Desorganizado
Resultado de la ausencia de protección y experiencias de abuso y maltrato físico impartidos por la madre, padre o cuidador, quienes representan para hijos e hijas sinónimo de peligro y protección simultáneamente. Ante esta alternancia entre cuidado y negligencia, lo que sienten es confusión, terror, peligro, sus propios padres son el origen de su angustia. Los hijos/as de estas personas tienen sentimientos muy ambiguos hacia ellos. Ante la incapacidad de los padres para atender el hogar e incluso de cuidar de sí mismos, suele producirse inversión de roles en que los hijos/as son quienes tienen que cuidar a padres que muchas veces son drogodependientes o con alteraciones mentales. Estos hijos tienen dificultades para su auto regulación emocional puesto que no hubo nadie que los regulara a ellos. Suelen ser impredecibles, tener problemas de concentración, conductas desadaptativas, tendencia al control excesivo, traumas de disociación, agresividad, dificultades sociales.
"A través de los primeros meses y años de vida, incluso hasta la adolescencia, el modo como los padres ayudan a sus hijos a regularse emocionalmente en momentos de vulnerabilidad es muy importante. Son momentos en que los hijos no necesitan razones intelectuales para ser calmados. Lo que necesitan es acompañamiento afectivo, sentirse validados en sus sentimientos... Cuando el hijo/a ya se ha calmado (...) entonces estará preparado/a para usar el área racional de su cerebro, para escuchar razones, recomendaciones. Antes de ello las explicaciones no serán de ayuda, pues su intelecto estará aún bloqueado por la emoción".
Referencias:
Bowlby, J.. (2021). El Apego. Barcelona, España: Planeta.
Bowlby, J. (2014). Vínculos afectivos. Formación, desarrollo y pérdida. Madrid, España: Morata.
Gayá, C., Molero, R. y Gil, M.. (2014). Desorganización del apego y trastorno traumático del desarrollo. Infad-Revista de Psicología, Vol. 3, núm. 1, 2014, pp. 375-383.
Persano, H. (2018). El mundo de la salud mental en la práctica clínica. La Teoría del Apego (pp. 157-177) Buenos Aires, Argentina: Akadial.
Estela Gonzales
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