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Al relacionarnos con nuestros hijos, hacemos todo lo posible por darles nuestro amor de la mejor manera, sin embargo, muchas veces nos encontramos con resultados que no eran los esperados...

El amor es el sentimiento que nos fortalece a todos, tanto a nivel físico como a nivel psicológico. Todos  queremos expresarlo de la mejor manera, sin embargo, muchas veces no tenemos el conocimiento suficiente para lograr en nuestros seres amados los efectos deseados. Respecto a los hijos, el buen amor requiere tener un conocimiento adecuado de lo que es un amor eficaz, cuidarlos a todo nivel, responder a sus necesidades, conversar, emocionarse juntos, todo lo cual es consecuencia de compartir tiempo de calidad con ellos.

Al relacionarnos con nuestros hijos y darles nuestro amor, hacemos lo mejor que podemos con todo nuestro corazón, sin embargo, muchas veces nos encontramos con resultados que no eran los esperados, lo que empaña los esfuerzos desplegados para que se sientan amados y surja lo mejor de ellos.  Lo que queremos es fortalecerlos y prepararlos para  afrontar los desafíos que la vida les va a imponer.

Para nutrir psicológicamente a los hijos tenemos que lograr que se sientan amados,  que sientan que son  importantes para sus padres, que se sientan valorados en sus sentimientos, en sus opiniones y en sus tareas, sin exigir que éstas sean perfectas.  El amor nutricio debe también lograr que los hijos sientan respeto por las normas de la vida en sociedad y que se perciban capaces de hacer las cosas correctamente.  Alcanzado ello, se sentirán muy seguros de sí mismos  y capaces de afrontar los desafíos del mundo exterior. Habremos logrado forjar en ellos una personalidad saludable que contribuirá a una vida de bienestar, y ese bienestar irradiará a toda la familia.

Los componentes de este amor parental nutricio son tres:

 

El amor es acción, también es emoción, pero necesitamos agregarle nuestro intelecto para que sea un buen amor. Necesitamos conocer los componentes del amor nutricio:

La inteligencia al servicio del amor: que los hijos estén convencidos de que son amados.

El amor emocional: que los hijos perciban el cariño de los padres; y

El amor pragmático: la evidencia de que son amados mediante las acciones de los padres.

El amor es acción, también es emoción, pero necesitamos agregarle nuestro intelecto para que sea un buen amor. Al respecto, Winnicott enfatiza la importancia de  proveer a los hijos  un «ambiente facilitador». Es importante conocer los componentes de este amor, que ha merecido un enfoque prioritario para importantes psicoanalistas.  Están expuestos en las siguientes entregas.

 

Referencias:

Baldeón, J. (2021). La belleza de Amar. Lima, Perú: Nuevas Sendas.

Fromm, E. (1987). El arte de amar. Buenos Aires, Argentina: Paidos.

Linares, J.L. (2012). Terapia familiar ultramodermaBarcelona, España: Herder.

Maturana, H., Verden-Zöller, G. (1993) Amor y juego. Santiago, Chile: Editorial Instituto de Terapia Cognitiva.

Winnicott, D. (1965). Los procesos de maduración y e ambiente facilitador. Buenos Aires, Argentina: Paidos.

Estela Gonzales

Psic. Estela Gonzales. Licenciada en Psicología Clínica. Certificada por el Colegio de Psicólogos del Perú. Especialista en Psicoterapia Sistémica y Cognitivo Conductual.

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“…si pudiera tener sus propios sentimientos y nunca necesitara negarlos para recibir amor; […] crecería respetándose como persona única; […] conservaría la “propiedad” de sus sentimientos, […] sería un individuo responsable que se dictaría sus propias orientaciones sin tener que ocultarse a sí mismo sus sentimientos ni vivir escudado tras un disfraz. […] estaría relativamente libre de las fallas de adaptación que inutilizan a tantos de nosotros”. (Carl Rogers, 1961, pp. 284-285)

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Copyright © Dic 22, 2024 Estela Gonzales Psicoterapeuta